Es Ane Rodríguez un claro ejemplo de perseverancia porque aunque la pandemia llegó justo cuando estaba lanzando su proyecto AnneKdotas, la creadora –nacida en Olazagutia y residente en Gasteiz desde hace ya unos años– siguió apostando por dar a conocer su música, encontrando además un importante eco. A las 19.00 horas, la intérprete y compositora se adueña del Jardín de Falerina, un lugar que conoce bien.

La primera vez que ofreció un concierto como AnneKdotas fue precisamente en Falerina.

–Es guay volver después de un año y pico en el que han ocurrido tantas cosas. Fue la leche empezar allí porque el espacio es muy bonito y la organización me trató genial. Fue un domingo, que yo pensaba que iba a haber mucha peña de resaca, pero apareció bastante gente (risas). Estuvo muy bien.

Hay que poner en marcha un proyecto durante una pandemia. ¿Es cuestión de resistencia, masoquismo, valor, ganas...?

–Ten en cuenta que soy navarrica (risas). Antes de la pandemia, tenía ya una fecha programada como primer concierto de AnneKdotas. Pero apareció el covid y no pudo ser. Fue una desilusión porque me había decidido a tirarme a la piscina y, de repente, se vació de agua. Pero aproveché el momento para asentar mi música más, para hacer canciones nuevas y pensar bien el formato de directo.

Han pasado muchas cosas en su trayectoria en poco tiempo. ¿Satisfecha o no le ha dado tiempo a parar un poco?

–No he tenido muchos momentos para detenerme, la verdad. Por ejemplo, tras ese primer concierto en Falerina, me salieron muchos otros. En todo este tiempo, yo no he buscado casi ninguno. Este año llevo el doble de actuaciones que en 2022. De hecho, ahora he parado un poco de componer porque no me dan las horas del día. Cuando pase este verano, sí tengo pensado volver a esa tarea. Con los conciertos he hecho camino, por así decirlo, pero aún no tengo un álbum y me gustaría afrontar eso.

El sello de AnneKdotas pasa por la música urbana y el compromiso social, no solo feminista.

–Tienes razón en ese componente social. Claro que mis letras son feministas. Me expreso desde mi punto de vista. En bastantes ocasiones, lo que me hace escribir es la rabia. Y, muchas veces, la rabia de una mujer va atada al machismo. Es inevitable que sea feminista. Pero también me gusta ese sello de compromiso social. De todas formas, sí que en mi camino, hace ya un tiempo, decidí que todo mi círculo iba a estar formado por gente interesada en la música o dedicada a ella. Pensé: hay peña que vive con el fútbol todos los días y que todo su círculo tiene que ver con el fútbol, pues yo voy a hacer lo mismo pero con la música (risas).

¿Cómo tiene que crecer el proyecto?

–Siento que voy bien recorriendo el camino. Además, la gente me recibe muy guay. Quiero que AnneKdotas sea una imagen para muchas de empoderamiento. No te hace falta gritar ni dar lecciones de feminismo. Solo sé tú misma y avanza con tu idea.

En directo le sale además una vena un poco punkarra.

–Es que creo que gano en los directos. Expreso y llego mucho más a la gente en los conciertos. Me gusta mucho mirar a la cara al público y que me perciba. Al que no esté bailando y sonriendo, le insisto. Me gusta provocar al público buscando la reacción constante de la gente. Claro, antes de este proyecto, estuve en otros y el primero era de punk. Así que me sale natural (risas).

Por cierto, ¿la Ane Rodríguez pianista, dónde está?

–Está un poco parada. AnneKdotas se ha comido el piano (risas). Es un instrumento que requiere estar tranquila mentalmente. En cierta medida hace un poco de terapia para una misma. Pero como últimamente no paro casi, lo tengo un tanto abandonado. Ane volverá a él, sin duda. Será cuando pueda, tampoco me quiero meter presión o prisas.

Mantenerse es complicado, igual que conseguir hacer de la música una profesión estable.

–No hay planes. Lo que vaya viniendo lo iré recibiendo y punto. Tampoco soy una persona que piense que, dentro de la creación, se tiene que dedicar solo a una cosa. Soy muy inquieta. Si te obsesionas con solo la música, te agobias en el primer momento que un tema no funciona o hay algún problema, por pequeño que sea. Hasta hace poco no me apetecía hacer un álbum, pero es el próximo proyecto que quiero afrontar porque ahora sí me lo está pidiendo AnneKdotas. Además, tengo alrededor un equipo de gente que me gusta y con el que me apetece asumir este reto. También te digo que igual llega noviembre y cambio de idea (risas).

Es parte de una escena nueva en Euskal Herria en la que también han aparecido típicos tópicos como: mira, otra más que se dedica al rap en euskera...

–Siguen faltando un montón de chicas que hagan música y me da igual el estilo. Los escenarios siguen tomados por hombres. Igual que pasa, no sé, en la política. Por más que digan, no hay. Otra tía haciendo... Que lo digan. Ojalá que lo digan y mucho todos los días. Eso significará que somos demasiadas (risas). A mí alguna vez me han dicho que hay chicas sobre los escenarios a las que les falta mi actitud. No sé...

¿En qué sentido?

–Hay veces que te encuentras con chicas que entran en la industria musical que se terminan sexualizando de una determinada manera. Sí, se empoderan, pero, de repente, se les da un toque sexual que vuelve a ser lo mismo de siempre. Se les da la vuelta para terminar haciendo lo que todos quieren. Mi actitud no sé si es de fuerza, pero sí de ser un persona resolutiva.

Tras estar en dos grupos, fue en 2018 cuando empezó a dar forma a este proyecto. ¿Qué le diría a aquella Ane si hoy pudiera hablar con ella?

–Que no se corte, que haga y que no tire ninguna idea. A veces los miedos al qué dirán hacen que no saques determinado material. Eso es un error. Ahora no haría algunos temas como entonces, pero no renuncio a ellos. Eran la voz de aquel momento, representaban a aquella Ane. Las ideas en el ordenador no hace más que coger polvo. Además, se jode el disco duro y desaparecen (risas). Aprendes de todo. ¿Que igual haces algo que pasado el tiempo no te representa? No, perdona, sigo siendo yo.